miércoles, 22 de julio de 2009

El origen de todos nuestros males está en la mujer.

Las mujeres protestamos, nos indignamos, y hasta sufrimos por culpa del “machismo exacerbado de los hombres”
Pero en lugar de hacer todo ello, deberíamos pensar...
Pensar nos llevará indefectiblemente a analizar cómo es que a esta altura de la modernidad el hombre sigue siendo machista.
La respuesta es sencilla:
¡¡¡Por culpa de las mujeres!!!
¿Cómo es posible colaborar para nuestro perjuicio?
Muy simple:
LOS HOMBRES QUE LE JODEN LA VIDA A OTRAS MUJERES SON SIEMPRE NUESTROS HIJOS,NUNCA ASOCIAMOS ESTO CON NUESTROS HOMBRES.
La sintética expresión que define la razón de todos nuestros males es:
LA PERSONALIDAD FEMENINA
Siempre será fácil definir a un hombre.
Centímetro más, centímetro menos, son todos más o menos iguales:
¡BÁSICOS!
En consecuencia someterlos no debería ser dificultoso, salvo un pequeño detalle:
DETRÁS DE UN HOMBRE HAY SIEMPRE UNA MUJER
Esta imagen femenina puede estar representada por la madre, la hermana, la esposa, o cualquier otro lazo pero ninguna de ellas puede subestimarse, sobre todo si detrás de sus patrones de conducta se acumulan décadas de resentimiento.
La mujer en su complejidad emocional piensa que la única manera de vengarse de años de injusticia es criar un hijo privilegiado. Con esta mentalidad le jode la vida a otras mujeres, y no le importa, porque se siente vengada, compensada y acompañada en esta suerte de “mal de muchas consuelo de tontas”.
Así, década tras década, llegamos al siglo XXI.
¿Cómo nos encuentra el nuevo milenio?
Trabajando a la par del hombre, atendiendo con total responsabilidad la casa, la comida y la educación de nuestros hijos.
La mujer debe hacerse cargo de la salud de la familia, de la economía y de los kilos.
Para seguir siendo potables ante la mirada de nuestros hombres debemos hacer gimnasia y si estamos separadas, debemos mantener con nuestro trabajo la familia mientras ellos arman su vida empezando de cero.
¿Qué pedimos a cambio?
NADA
¿Qué nos dan a cambio?
CRÍTICAS AL POR MAYOR.
Nos definen histéricas, o gordas, o desarregladas, o complicadas, o permisivas con los niños, o gastadoras compulsivas, o demasiado simples, o envidiosas, o discutidoras, o fanáticas, o simplemente descartables.
¿Qué le damos como contrapartida?
LES MENTIMOS
Les hacemos creer que son lo máximo y en cambio los vemos patéticos.
Cuando pierden los consolamos diciéndoles que fue injusto pero pensamos en nuestro interior que no merecían ganar porque realmente lo hicieron mal.
Cuando nos enteramos que nos meten los cuernos nos callamos y aguantamos rogando que lo hagan con discreción para que no nos pongan en evidencia.
En su tiempo libre juegan a la pelota. Lo comparten con amigos con los que después toman cerveza y miran culos mientras nosotras cuidamos los chicos o vamos de compras con la familia.
Engordan y miramos para otro lado.
Se quedan pelados y empezamos a cambiar nuestro gusto por las buenas cabelleras para conformarlos.
Jamás le pedimos que se bañen y no siempre son lo limpios que desearíamos.
Cuando salen solos, se bañan, se perfuman y se arreglan para los otros, porque a nosotras, nos tienen seguras.
Cuando se enferman los cuidamos como bebés y cuando nos hablan ni los escuchamos porque sus palabras ya rebotan en nuestros tímpanos, pero no les decimos que su charla es aburrida.
Les perdonamos la panza, las flatulencias, el mal aliento sin hacerles la más mínima crítica pero sobre todo le hacemos creer que son maravillosos en la cama, cuando en verdad pensamos que son patéticamente perdedores y hasta deseamos, muy en el fondo, que otra pelotuda se los lleve, si no fuera porque son tan elementales y egoístas que nos cagan con la guita.